“Había un hombre de Ramataim de Zofim, de la región montañosa de Efraín, que se llamaba Elcana… Y tenía dos mujeres: el nombre de una era Ana y el de la otra Penina; y Penina tenía hijos, pero Ana no los tenía. Este hombre subía todos los años de su ciudad para adorar y ofrecer sacrificio al Señor de los ejércitos en Silo… Cuando llegaba el día en que Elcana ofrecía sacrificio, daba porciones a Penina su mujer y a todos sus hijos e hijas; pero a Ana le daba una doble porción, pues él amaba a Ana, aunque el Señor no le había dado hijos. Y su rival la provocaba amargamente para irritarla, porque el Señor no le había dado hijos. Esto sucedía año tras año; siempre que ella subía a la casa del Señor, la otra la provocaba. Y Ana lloraba y no comía. Entonces Elcana su marido le dijo: Ana, ¿por qué lloras y no comes? ¿Por qué está triste tu corazón? ¿No soy yo para ti mejor que diez hijos? Pero Ana se levantó después de haber comido y bebido en Silo, y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en la silla junto al poste de la puerta del templo del Señor, ella, muy angustiada, oraba al Señor y lloraba amargamente.”(1 Samuel 1:1-10)
Con esta historia aprendemos 3 lecciones de 3 personajes:
1- Nuestra entrega debe ser total y sincera
Elcana era un hombre religioso, que servía a Dios a su manera y no hacia nada para cambiar la situación en su hogar.
2- Hay que desprendernos de la amargura
Penina no era amada por Elcana aún esta dándole hijos, ya que él amaba a Ana. Quien lleva amargura como Penina, también hiere a los que están a su alrededor.
3-Debemos tomar una actitud de Fe
Ana no se conformó con simples consuelos, no aceptó más seguir de esa manera y se levantó para hacer un voto con Dios.
Dios permite ciertas situaciones para que tomemos una actitud de fe. Sin esperar por intermediarios.
Participe este Domingo 12 de octubre, en el Día de la Audiencia Particular con Dios, el altar estará disponible para los que tienen una necesidad y fe como la de Ana.
