En cada estudio de Abraham, el padre de la fe, hay una lección viva sobre lo que significa creer verdaderamente en Dios.
Durante su reciente meditación matutina, el obispo Edir Macedo destacó que la historia de Abraham es un retrato de obediencia incondicional, coraje para sacrificarse y confianza plena en las promesas de Dios.
- “Por la fe, Abraham, al ser llamado, obedeció”, citó el obispo, refiriéndose a Hebreos 11:8. “Cuando Dios llama, no hay otra opción. Debemos obedecer, porque fue Dios quien llamó”.
Cuando la fe exige sacrificio
Según el obispo, la fe de Abraham no solo se manifestó con palabras, sino sobre todo con actitudes.
Cuando el Señor lo llamó, Abraham dejó su tierra, sus parientes y la casa de su padre; perdió para ganar. Esta pérdida inicial representó el primer paso hacia la verdadera fe.
- Para obedecer a Dios, Abraham tuvo que perder. Sacrificó todo lo que tenía, y solo entonces Dios lo honró y le dio mucho más. Primero viene el sacrificio, luego la recompensa, explicó el obispo Macedo.
Esta es una de las lecciones más importantes para quienes buscan vivir por fe. La obediencia siempre implica sacrificio, ya sea de voluntad, sentimientos, planes o incluso personas. Sin embargo, es precisamente esta entrega la que atrae la atención de Dios.
La fe no es una emoción: es una decisión
El Obispo recordó también que la fe inteligente no se basa en sentimientos, sino en una convicción personal puesta por Dios en cada persona.
- Abraham no sabía adónde iba, pero confió.
- No vio las promesas de inmediato, pero aun así obedeció.
Y es esta fe racional, que se manifiesta en acciones y no en palabras, la que agrada al Todopoderoso.
- “Una persona dice creer, pero si no obedece, es inútil. La fe que no obedece está muerta. Abraham fue justificado ante Dios porque creyó y obedeció.”
Por lo tanto, la verdadera fe no busca agradar al corazón, sino a la voluntad de Dios. Quienes desean caminar con Él deben negarse a sí mismos, ceder el control y seguir su guía.
Perder para ganar con Dios
En su mensaje, el obispo Macedo comparó la fe de Abraham con situaciones cotidianas: el trabajador que primero se dedica y solo entonces recibe su salario; el agricultor que siembra antes de cosechar; la pareja que deja la casa de sus padres para formar un nuevo hogar. En todos los casos, hay que perder primero para ganar después.
- «Nadie obedece sin sacrificio. Quien quiera caminar con Dios debe aprender a obedecer. Ese es el verdadero sacrificio», afirmó.
La fe que agrada a Dios, por lo tanto, es la que obedece antes de comprender, la que se sacrifica antes de recibir y la que permanece firme incluso cuando todo parece contrario.
Cuando la obediencia se convierte en vida
La trayectoria de Abraham también demuestra que el sacrificio produce resultados eternos.
Dios lo hizo próspero, cumplió sus promesas y lo transformó en el padre de una gran nación, todo porque confió y obedeció.
Del mismo modo, quienes eligen obedecer hoy experimentan una transformación.
El Obispo recordó que muchos asisten a la iglesia, hacen buenas obras y siguen doctrinas, pero aún no se han rendido plenamente a la voz de Dios.
- «Una persona puede ser religiosa, pero si no obedece la Palabra, no sirve a Dios. La fe que salva es la que obedece».
Piénsalo.
Quizás tengas fe, pero aún luchas con tu propia voluntad, como Abraham, quien tuvo que dejarlo todo para seguir su llamado.
El secreto es la obediencia. Dios no exige perfección, sino disposición al sacrificio y a la confianza. Cuando hay obediencia, hay dirección. Y cuando hay dirección, hay victoria.
