Hace muchos años me casé, y en ese tiempo enfrenté numerosas dificultades debido a mis hábitos destructivos, mi infidelidad y mi falta de atención hacia mi hogar. Tenía, de hecho, una niña, una hija en ese periodo, a quien descuidé, enfocándome únicamente en mí mismo. Esto, de alguna manera, resultó en la descomposición de mi matrimonio.
Eventualmente, mantuve relaciones con otras mujeres, lo que me condujo a una profunda crisis personal. Tal fue la gravedad que, por celos, intentaron acabar con mi vida, destruyendo mi existencia. Además, sufría de insomnio y pesadillas continuas, escuchando ruidos y sintiendo pánico constantemente.
Mi vida se convirtió en un caos y una constante desesperación, ya que cosechaba las malas decisiones que había tomado. En medio de la angustia, me encontraba solo, ya que carecía del apoyo familiar, incluso mi relación con mis diez hermanos se había deteriorado, lo que incrementó mis problemas. Era considerado como la oveja negra del hogar.
Creía erróneamente que todo lo que hacía resultaría en algo positivo. Sin embargo, al acercarme a la muerte, me percaté de que estaba en mis últimos días. En mi desesperación, mi madre me observó en un estado lamentable.
Al salir del hospital, ella ya asistía a la iglesia y comenzaba a orar por mí, al igual que mis hermanas mayores que pertenecían a la iglesia universal. Recuerdo que en el pasado me invitaban a ir, pero yo siempre respondía que no, indicando que solo oraran por mí.
Rechacé constantemente esas invitaciones. Hasta que un día, mi madre me convocó a la iglesia y, con tres balazos en mi cuerpo y una vida destrozada, llegué a la iglesia universal. Desde ese momento, comencé a notar cambios significativos en mi vida. Primero, empecé a dormir mejor, cosa que no había hecho antes debido al insomnio y las pesadillas.
Los dos primeros viernes que asistí a los servicios, sentí el impacto de la oración, y a partir de ahí logré dormir y encontrar algo de paz. Empecé a tomar conciencia de mis acciones y me abrí a aprender y cambiar. Participé en propósitos y cadenas de oración, estableciendo como objetivo recibir el Espíritu Santo. Poco a poco, empecé a alejarme de las malas compañías que había tenido, mujeres y vicios, y comencé a dejar atrás todo ello.
Ese antiguo Alexander había desaparecido de mi vida, y comencé a tener una nueva oportunidad. Allí, experimenté la llegada del Espíritu Santo. Fue un día increíble, noté una notable transformación en mi existencia, en mi personalidad, en mi manera de pensar, de expresarme, de moverme, en todo.
Esto realmente me convirtió en una gran persona. Actualmente, gracias a la enseñanza que Dios me ha proporcionado, he comenzado a soñar con algo que siempre he deseado, formar una familia. Tuve la bendición de casarme con una mujer que sigue a Dios.
Hoy, tengo dos hijos que son hombres de fe y estamos juntos en la iglesia. Esto es algo maravilloso, un verdadero anhelo que había tenido durante muchos años, y he comenzado a ver resultados significativos. La diferencia entre mi vida anterior y mi presente es apabullante.
He comenzado un nuevo capítulo, una experiencia positiva que compartir. No tengo adicciones, estoy comprometido con una sola mujer. Ya no soy una persona de mal carácter.
No tengo vicios. Definitivamente, ya no paso mis noches en fiestas. Esa etapa de mi vida ha quedado atrás.
Hoy, tengo una historia renovada.
