En que creemos

En que creemos

Creemos en tres personas distintas, de existencia eterna, iguales en Santidad, Justicia, Sabiduría, Poder y Majestad: el Dios Padre, el Dios Hijo y el Dios Espíritu Santo, además de estos 15 puntos principales a continuación.

1) El Dios Padre fue el Primero en manifestarse al hombre, desde Adán, hasta al nacimiento del Señor Jesucristo, para darle la Ley y los Mandamientos.

2) El Dios Hijo, el Señor Jesucristo, fue el Segundo en manifestarse al hombre, nacido del vientre de María, por obra y gracia del Espíritu Santo. Él es la Palabra encarnada del Padre, que tomó la naturaleza humana, reuniendo así dos naturalezas enteras y perfectas: la Divina y la del hombre. De esta manera, es conocido como el Dios verdadero hecho carne, que sufrió, fue crucificado, muerto y sepultado, reconciliándonos con el Dios Padre, expiando nuestros pecados y garantizándonos la sanidad y la liberación de todos nuestros sufrimientos.

El Señor Jesús, verdaderamente, resucitó de entre los muertos y tomó de nuevo Su cuerpo original, junto a todo lo perteneciente a la perfección de la naturaleza humana, y subió al cielo. Él Se sentó a la derecha del Dios Padre, desde donde volverá a juzgar a los vivos y a los muertos. El profeta Isaías se refirió a Él cuando dijo: “Despreciado y desechado entre los hombres, Varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de Él el rostro, fue menospreciado, y no Lo estimamos. Ciertamente llevó Él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros Le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre Él, y por Su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:3-5).

3) La Tercera Persona de la Santísima Trinidad, el Dios Espíritu Santo, Se manifiesta en el corazón humano para convencerlo del pecado, de la justicia y del juicio. Cuando cometemos algún desliz, Él nos revela por medio de nuestra conciencia que pecamos y permite nuestro arrepentimiento.
Él procede del Dios Padre y del Dios Hijo, y lleva al ser humano a tener un encuentro real con el Señor Jesús. Obra en la santificación de los que siguen al Señor, guía a la Iglesia, le da al cristiano las condiciones para que tenga Su carácter y para que pueda hacer lo mismo o mucho más que el Dios Hijo hizo durante Su ministerio en la Tierra, según las propias Palabras del Señor Jesús: “De cierto, de cierto os digo: El que en Mí cree, las obras que Yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque Yo voy al Padre” (Juan 14:12).

4) La Biblia es la Palabra de Dios, fue escrita por hombres divinamente inspirados. Es la pauta infalible por la cual deben juzgarse la conducta humana y las opiniones. “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17).

5) La justificación del hombre solamente se realiza a través de la fe en el Señor Jesucristo, por lo cual está escrito: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por Quien también tenemos entrada por la fe a esta Gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos…” (Romanos 5:1-2). “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la Ley” (Romanos 3:28). Esto significa que las obras asistenciales, aunque sean muy importantes dentro del cristianismo, jamás podrán conducir al hombre hacia la Salvación.

6) El bautismo en el Espíritu Santo es un acto de la Gracia de Dios. Es una experiencia que todo el que desea la purificación y la santidad en su vida adquiere por la fe. Este bautismo es realizado personalmente por el Señor Jesús y su real evidencia es la transformación del carácter humano al carácter de Dios y, además, el privilegio de poder hablar en lenguas extrañas y angelicales.

7) El bautismo en las aguas por inmersión, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo no es un medio exclusivo para la Salvación, sino que es parte de ella. El bautismo en las aguas es el acto de profesar la fe de manera pública con vistas a la sepultura del cuerpo de pecado o de la naturaleza pecaminosa con el fin de vivir una nueva vida. Después del bautismo en las aguas es necesario que suceda obligatoriamente un cambio en la vida del bautizado, es decir: él no deberá seguir con los mismos hábitos incorrectos que tenía antes, por ejemplo: los vicios, el mal genio, el egoísmo, la satisfacción al actuar mal, el desacuerdo con el carácter de Dios, etc.

8) Los nueve dones del Espíritu Santo son parte integrante de la obra expiatoria del Señor Jesucristo. Tienen su momento preciso para manifestarse a través de nosotros en los días de hoy.
Con respecto al don de profecía, nosotros hemos visto el gran engaño que el diablo y sus demonios han sembrado entre los cristianos sinceros e inconstantes. Muchas personas han perdido incluso su Salvación al haber sido ilusionadas por “profecías” que jamás salieron de la boca de Dios; casamientos que se realizaron y matrimonios que se han deshecho por intermedio de profecías. Por este motivo, la Iglesia Universal del Reino de Dios adopta el sistema de fundamentar su fe exclusivamente en la Palabra de Dios escrita, es decir: la Santa Biblia. Si eventualmente alguien dice alguna profecía, la persona debe ser bien investigada, no solo en la iglesia, sino sobre todo en su casa y su trabajo. Además, se debe esperar a que esa profecía se cumpla para que, de esta forma, se crea en ella. Todo esto aún no confirma que ese cristiano sea un profeta, porque los dones del Espíritu Santo solo Le pertenecen a Él, y Él usa a personas cuyas vidas son un ejemplo dentro de sus respectivas casas, trabajos e iglesias.
Debido a una cuestión de celo y cuidado, hemos preferido dejar que solo el Espíritu Santo nos hable mediante Su Palabra, y hasta los días de hoy nos ha dado resultado, ya que la Iglesia Universal ha crecido en todo el mundo sustentada solamente por la Santa Biblia.

9) La Santa Cena es la ceremonia más importante dentro del cristianismo. No es solo un símbolo de la participación del Cuerpo y de la Sangre del Señor Jesús. Es, realmente, la participación física de nuestro Señor, que es espiritual, con la finalidad de fortalecer a la Iglesia tanto física como espiritualmente, recordando Su muerte hasta que Él venga. Por otra parte, la Santa Cena sirve como una renovación de los votos, de la alianza con Dios por medio de Su preciosa Sangre.

10) Los diezmos y las ofrendas son tan sagrados, tan santos como la Palabra de Dios. Los diezmos significan fidelidad y las ofrendas el amor del siervo hacia su Señor. No se puede disociar los diezmos y las ofrendas de la obra redentora del Señor Jesús. Significan, verdaderamente, la sangre de los salvos en favor de los que necesitan Salvación.

11) La Iglesia visible del Señor Jesús es la congregación de todos los cristianos fieles, unidos en la fe y en la comunión del Evangelio, observando los mandamientos del Señor, dirigidos por Su Espíritu, por Su Palabra y por Su Nombre.

12) El Señor Jesucristo les concedió autoridad espiritual a Sus seguidores, no solamente para curar a los enfermos y expulsar a los demonios, sino, sobre todo, para llevar Su Palabra con el poder del Espíritu Santo a todo el mundo y hacer discípulos.

13) Todos los cristianos tienen el derecho a una vida abundante según las palabras del Señor Jesús: “… Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).

14) Todos los cristianos deben desear el regreso del Señor Jesús lo más pronto posible. La venida será de manera imprevista, esto significa que todos los cristianos siempre deben estar preparados para recibirlo en las nubes.

15) El objetivo final de una relación permanente con el Señor Jesús mediante la fe es la Vida Eterna, que Él les prometió a todos los que perseveren hasta el fin. “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Apocalipsis 21:8).