Tenga en cuenta que sus palabras deben reflejar sus acciones, es decir, su boca debe estar de acuerdo con su cuerpo. De esta manera, su vida se conducirá en línea recta y con rapidez.
«Así hablad, y así haced…», Santiago 2:12. Una de las razones que hace que una persona fracase en la vida es que no hay un lineamiento entre lo que dice y lo que hace. En realidad, se miente a sí misma, porque lo que yo creo no es lo que digo o pienso, sino lo que hago.
Yo puedo decir lo que las personas quieren escuchar. Puedo decir lo que tomé de internet, de una reunión de amigos, de una canción. Lo dije porque a las personas les gustaba, porque quería impresionar a alguien.
Por lo tanto, yo solo creo en lo que digo y pienso si sigo mis palabras y pensamientos con actitudes correspondientes. Por lo tanto, lo que creo no son las informaciones que salen de mi boca, sino lo que hago. ¿Usted quiere saber qué fe tiene alguien? Debe observar lo que hace. Cuando ve a una persona corriendo en el parque, sudando por el entrenamiento matutino, sabe que esa persona cree en el beneficio del ejercicio. Ni siquiera necesita preguntarle, solo con observarla, lo sabe. Nuestras actitudes deben estar alineadas con lo que creemos.
El gran perjuicio es dejar de creer en nosotros mismos. Por ejemplo: el sábado a la noche intenta ponerse una ropa y no le queda. Sabe que debe adelgazar. Y dice: «El lunes dejaré el pan, comeré ensalada». Llega el lunes y come más de lo normal. ¿Qué sucedió? No solo engordó, sino que se mintió a sí mismo. El mensaje es: «Lo que digo no debe tenerse en cuenta». Y ahí es cuando entra en el ciclo de decir una cosa, pero hacer otra, y se demuestra a usted mismo que su palabra no se puede escribir. ¿Se imagina dejar de creer en usted? Dejaría de creer en su capacidad profesional. En su autoestima, en sus planes y proyectos. Y, cuando deje de creer en usted, ¿en quién creerá? Es un precio muy alto que paga por desalinear su boca de su cuerpo.
Por este motivo, la Palabra de Dios dice: «Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque Él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes», Eclesiastés 5:4.
Muchas veces el silencio es más valioso que las palabras (cuando son necias). Porque, cada vez que usted dice algo y hace otra cosa, debilita la confianza en sí mismo.
¿Por qué Dios es Dios? Una de las razones es porque lo que dice lo hace. Usted puede estar seguro de que lo que dijo Él cumplirá. Usted no tiene dudas respecto a Su carácter. Nosotros no somos como Él, pero necesitamos aprender de Su carácter. Debemos recuperar la imagen y semejanza con la que nos creó.
¿Qué hacer?
No les prometa cosas a los demás ni a sí mismo. Antes de hablar, piense bien. Y solo hable cuando esté decidido a endeudarse con sus palabras.
Entienda también que, por el desalineamiento de la boca y el cuerpo, muchas personas que dicen creer en Dios, en realidad, no creen. Les gusta la idea de creer, pero, al ver sus comportamientos, vemos que no creen. Si yo creo en el médico, obedezco sus indicaciones. Si no creo en el médico, busco una segunda opinión y no lo obedezco. Lo mismo sucede con Dios. Entonces, tenga mucho cuidado con el autoengaño. Quizás diga que cree en Dios, pero, al final, escucha de Él: «Yo no lo conozco». El que cree en Dios ora, vive en obediencia, se aleja del mal, no vive en pecado, no es amigo del mundo. Debe vivir una vida que refleje su creencia, si no, solo se estará mintiendo a sí mismo y estará desalineado. No dormirá tranquilo, verá toda su vida arruinada, porque estará desalineado.
Obispo Renato Cardoso